30 de agosto de 2008

Revista Turia 63-64

No suelo comprar la revista Turia, pero encontré ésta atrasada con un monográfico sobre Miguel Servet, así que decidí comprarla. De Servet recuerdo en mi infancia varias cosas; que era aragonés, médico y que descubrió que la sangre circulaba, motivo por el cual fue quemado en la hoguera. De esta forma se equiparaba en algún sentido con Galileo, a quien se obligó a retractarse para no sufrir el mismo castigo, en este caso por afirmar el movimiento de la Tierra.
Hace muy pocos años me enteré de que la obra en la que introdujo la novedad anatómica se titulaba Restitutución del cristianismo, un libro de teología en el que, entre otras cosas, se negaba la posibilidad de que Dios (el de los cristianos) fuera tres y uno al mismo tiempo,... pero claro tener un héroe nacional con este currículum en la "reserva espiritual de occidente"... En fin, que sirva este pasaje extraído del artículo de Ángel Alcalá para tratar de recuperar la memoria distorsionada de este personaje:


«Instalados ya (...) en la conmemoración de los cuatros siglos y medio de la muerte de Servet, ningún tema referente a él es más urgente en su patria que proclamar machaconamente eso que en muchos otros países, de mejor tradición liberal que el nuestro, es de dominio común entre personas entendidas: la gloria de nuestro genial paisano no estriba en su presunto descubrimiento científico, sino en haber (...) enseñado y personalizado una actitud intelectual de búsqueda radical de la verdad tal y como es entrevista por cada individuo sincera y desinteresadamente pensante; en segundo lugar, y como consecuencia inmediata de esta toma de posición irreductible, la exigencia del derecho a expresar el propio pensamiento sin que ninguna instancia institucional -sociedad, iglesia, Estado- tenga derecho a reprimirlo.»



La sangre circulaba, pero la libertad de conciencia y de expresión sí son algo que necesitábamos y por lo que merecía la pena luchar, aunque seguramente no hasta morir.