13 de julio de 2010

Epílogo

Última entrada y, para variar con una imagen escrita por Raúl en 1997. Es una cita que me escribió en un papel y que ahora, 13 años después, ha reaparecido en los aproximadamente 5000 papeles que utilizamos para escribir en el reverso.


La cita no ha perdido nada de actualidad y creo que es un bonito epílogo al asunto que nos ha llevado esta trilogía.





«Feliz el que alejado de negocios,
como en remoto tiempo los mortales,
paternos campos con bueyes ara
y no rinde a la usura vasallaje»



Horacio "Beatus Ille"
Nota: Proviene de la carátula de un disco de El último de la fila

Su crisis y la nuestra

Tercera (y penúltima) entrega, ahora con este panfleto en el que, al menos se busca una solución ajena a la propaganda general de que lo que necesitamos es crecimiento económico.
Parece claro que las altenativas no pueden salir de los partidos políticos, demasiado enredados en la defensa de las cosas como están y poco dados a discutir la hegemonía de los mercados. Habrá que mirar para otro lado y pensar en la alternativa, el decrecimiento, pero lejos de la partidocracia en la que, lamentablemente, vivimos:

«Esta matriz libertaria (del decrecimiento) tiene una secuela importante: el progresivo, y afortunado, abandono de la idea de que para hacer algo es inexcusable disponer de organizaciones políticas en el sentido partidario que comúnmente se atribuye a este término. (p.106)»
Para resumir en qué consiste el decrecimiento, voy a encadenar algunas fragmentos del libro, aunque para saber bien lo que es, hay que leer más (incluido yo), aunque con esto ya vale para ir haciéndose una idea.
«el crecimiento facilita el asentamiento de un modo de vida esclavo que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes acertemos a cosumir» (p. 38)
«Del decrecimiento pueden derivarse, por otra parte, ventajas en lo que se refiere a la preservación del medio ambiente, el bienestar de las generaciones futuras, la salud de los consumidores y las condiciones de trabajo. (...) ahora estamos en la obligación de enunciar otra certeza: si no decrecemos voluntaria, racional, solidaria y ecológicamente, tendremos que hacerlo llevados por las circunstancias.» (p.52)
«el problema principal no nace, en modo alguno, de la aplicación técnica de un programa de decrecimiento. Nace, antes bien, de la dificultad de modificar muchos de nuestros chips mentales en el sentido que invocaba Gandhi cuando afirmó que la cima de la civilización no debe asentarse en el designio de poseer, de acumular, cada vez más, sino en el de reducir y limitar las necesidades.» (p.56)
«el proyecto alternativo - primacía de la lógica social frente al consumo y la propiedad, reparto del trabajo, renta básica, ocio creativo, reducción del tamaño de muchas infraestructuras, preponderancia de lo local sobre lo global, austeridad y sencillez voluntarias - » (p.61)
«no implica en modo alguno, antes al contrario, una general infelicidad. Trabajaremos menos y, muchos, ganaremos también menos dinero, pero disfrutaremos de más tiempo para otros menesteres, y demostraremos fehacientemente que es posible vivir, más felices, consumiendo mucho menos y asumiendo, claro, un ambicioso proyecto de redistribución de la riqueza.» (p.64)
Pues eso, que alternativa si hay. Otra cosa es que haya voluntad para llevarla adelante, y mucho más por medio de una clase política que se debe al sistema que los sostiene. En todo caso y como se cita en el texto, a veces son las circunstancias las que llevan al decrecimiento, aunque sea por medio de un decreto en el que te rebajan el sueldo.

7 de julio de 2010

La catástrofe perfecta

Segunda entrega, tras la anterior de aproximación científico-ecológica al problema de la crisis actual, nos encontramos con este pequeño libro en el que la aproximación se hace a través de la historia reciente y los acontecimientos de los últimos años que, iluminados por la actual crisis, toman todo el significado.
En mi opinión este libro está bien como acercamiento histórico y como explicación de algunas de las ingenierías financieras que nos han traído hasta aquí, pero falla al tratar de explicar lo que va a suceder, pues apuesta por que los mercados soliciten a los gobiernos la regulación de la que ellos mismos no han sido capaces de darse. Para mí que la voracidad de los mercados y la máxima de que las ganancias tienen que ser cada vez mayores, van a tratar de impedir cualquier regulación, toda vez que ya saldrán los gobiernos al rescate si vuelve a ser necesario. La cita deja bien claro en manos de quien estamos:

«El mercado y el sector privado destruyen lo colectivo y se apropian de las esferas pública y social. Lo cual provoca una competencia generalizada: el mercado contra el Estado, el sector privado contra el sector público, el individuo contra la colectividad, el egoísmo contra la solidaridad. (...)
Este capitalismo neoliberal constituye una inmensa ruptura económica política y cultural. Somete a las empresas y a los ciudadanos a una imposición única: adaptarse, a fin de plegarse mejor a los anónimos mandatos de los mercados financieros. Condena de antemano -en nombre del realismo- toda veleidad de resistencia o disidencia. Y golpea con oprobio todo sobresalto proteccionista, toda búsqueda de alternativa, todo intento de regulación democrática, toda crítica a los mercados omnipotentes.» (p. 46)

Nada me hace sospechar que las cosas vayan a ser de otro modo. El susto queda para los otros, las consecuencias se nacionalizan y los beneficios siguen (y seguirán) a buen recaudo. Las últimas medidas de los gobiernos europeos al respecto no dejan lugar a dudas: el mercado manda y, como dice Galeano: ¿Qué hora es? La que usted mande señor.


4 de julio de 2010

La venganza de La Tierra

En primer lugar, y aunque el libro del Lovelock puede interpretarse como una defensa de la energía nuclear, en La venganza de La Tierra se expone claramente la problemática de una Tierra viva de la que somos parte y de la que

«No estamos mejor cualificados para ser los administradores o promotores de la Tierra de lo que las cabras lo están para ser jardineros.» (p. 200)
Formamos parte de un todo que se puede interpretar como un organismo vivo que se autorregula para poder continuar. La Tierra se comporta como cualquier ser vivo, que ante una infección, por ejemplo, eleva su temperatura para combatirla mejor y, de este modo, poder perdurar más tiempo, en eso consiste básicamente la hipótesis de Gaia. Ciertamente se establece un paralelismo entre la infección del planeta (los humanos) y su fiebre (el calentamiento global).

Entre las soluciones que propone están rebajar la humanidad hasta una cifra de entre 500 y 1000 millones de habitantes o buscar la manera de sintetizar comida y olvidarnos de la comida tal y como la conocemos ahora mismo. En todo caso queda claro que

«La ideología de la sociedad industrial, basada en el crecimiento económico, niveles de vida cada vez más altos y la fe en que la tecnología lo arreglará todo es insostenible a largo plazo. Para cambiar nuestras ideas tenemos que trabajar hacia el objetivo de una sociedad humana en la que la población, el uso de los recursos, el procesamiento de residuos y el medioambiente muestren en términos generales un saneado balance.» (p. 214)

Dicho esto, y con las contradicciones implícitas de quien sabe que no es ni puede ser mejor jardinero que una cabra y aún así se atreve a dar consejos sobre como cuidar el césped, una cosa queda clara y es evidente. Vivimos por encima de las posibilidades del planeta y quizá él esté respondiendo. En todo caso, y como dijo en El contenedor del 19 de diciembre de 2006 Luis Pomar, lo que está en peligro no es la vida en La Tierra, sino la supervivencia de la especie humana, que es una cosa bien distinta, como bien distinto es que podamos hacer algo para evitarlo.

Su crisis y la nuestra, La catástrofe perfecta y La venganza de La Tierra

Entrada triple, tres libros y tres subtítulos, a saber


  1. Su crisis y la nuestra, un panfleto sobre decrecimiento, tragedias y farsas, de Carlos
    Taibo
  2. La catástrofe perfecta, crisis del siglo y refundación del porvenir, de Ignacio Ramonet, y
  3. La venganza de la Tierra, la teoría de Gaia y el futuro de la humanidad, de James Lovelock

Así tres libros, escritos por un politólogo famoso por tratar del popularizar el decrecimiento (Taibo) Otro famoso por haber dirigido durante años Le Monde Diplomatique (Ramonet) y el último por haber ideado la hipótesis de Gaia (Lovelock). Pues bien, a pesar de las apariencias los tres libros tratan del mismo tema, que puede quedar resumido en la cita final del libro de Taibo que cita a Joel Kovel y que ahora cito yo:

«Podría pensarse que en el escenario oficial se revelaría un momento de duda en virtud del hecho, extremadamente obvio, de que una sociedad que predica su expansión interminable destruirá de manera inevitable su base natural. Sin embargo, gracias a un aparato de propaganda soberbiamente efectivo y al desierto intelectual forjado por el poder, no es eso lo que está sucediendo.» (p.124)


Pues bien, vivimos en una sociedad que necesita donde el crecimiento económico es la base de lo que se denomina progreso. Es necesario crecer, dicen, para generar puestos de trabajo y el estancamiento o la recesión son sinónimos de crisis y catástrofe social, pues el aumento del número de integrantes del ejército de trabajadores en la reserva, casi siempre lleva aparejado un recorte en las garantías sociales de lo que se conviene en llamar Estado del bienestar.
Por no seguir con estas deliberaciones y continuar con los libros, yo recomiendo la lectura en el sentido inverso al que yo he seguido, esto es, comenzar con Lovelock, seguir con Ramonet y terminar con Taibo. Y en ese orden publicaré tres entradas, tres entregas, de lo mismo desde distintos puntos de vista.