20 de abril de 2010

Los crímenes de Oxford

Este es el libro que leía mientras un amigo se defendía en lo que ójala sea una victoria pírrica o, mejor, una derrota inesperada.
El caso es que como no todo en la tarde fuera a ser malo, leí un espectacular capítulo siete de Los crímenes de Oxford donde habla, sobre todo, de filosofía de las Matemáticas o de la Matemática como dicen en el país (Argentina) del escritor y matemático de un libro al que tituló Crímenes Imperceptibles, pero que el éxito de la película de Alex de la Iglesia (director y licenciado en Filosofía) cambió.
Os escribo el principio del capítulo.


«-Hay una diferencia entre la verdad y la parte de verdad que puede demostrarse: ése es en realidad un corolario de Tarski sobre el Teorema de Gödel-dijo Seldom-. Por supuesto, los jueces, los forenses, los arqueólogos, sabían mucho esto antes que los matemáticos. Pensemos en cualquier crimen con sólo dos posibles sospechosos. Cualquiera de ellos sabe toda la verda que interesa: yo fui o yo no fui. Pero la justicia no puede acceder directamente a esa verdad y tiene que recorrer un penoso camino indirecto para reunir pruebas: interrogatorios, coartadas, huellas digitales... Demasiadas veces las evidencias que se encuentran no alcanzan para probar ni la culpabilidad de uno ni la inocencia de otro. En el fondo, lo que mostró Gödel en 1930 con su teorema de incompletitud es que exactamente lo mismo ocurre en la matemática. El mecanismo de corroboración de la verdad que se remonta a Aristóteles y Euclides, la orgullosa maquinaria que a partir de afirmaciones verdaderas, de primeros principios irrebatibles, avanza por pasos estrictamente lógicos hacia la tesis, lo que llamamos, en una palabra, el método axiomática, puede ser a veces tan insuficiente como los criterios precarios de aproximación de la justicia.» (p. 58-59)



Pero como uno lee, desde su posición mental particular y lo que se debatía en el interior de una biblioteca trataba sobre educación/evaluación, se me ocurrió que el arranque de este capítulo podría cambiarse por el siguiente:

«-Hay una diferencia entre lo que sabe una persona y la parte de lo que sabe que puede ser evaluada objetivamente »



Y el resto se podría dejar casi como está, pero no deja de ser una aproximación lógica a un problema tan generalizado como el de la evaluación en la educación.

Por cierto y al respecto de esto último, también leí lo siguiente:

«Empezó a darse cuenta de un fenómeno curioso. Estaban, por supuesto, los exámenes perfectos, que solo permitían decir (...) que la inteligencia del candidato coincidía perfectamente con las expectativas del examinador.» (p. 75)



Entonces, cuando ponemos un 10, ¿qué es lo que estamos haciendo exactamente?

Y cambiando de tema (y de libro), y porque los libros se entrelazan en la vida de uno, llegó a mis manos un libro de Galeano (Uruguayo, para más señas). Encontrado en una mesa de una librería en la calle Verdi del barrio de Gràcia en Barcelona. El libro es Patas arriba. La escuela del mundo al revés y en su página 13 dice lo siguiente:

«El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.»



Aún voy por la página 19. Prometo otra reseña de este libro.

14 de abril de 2010

Firmin

Una novelita mejor que su final, que a mi no me ha gustado mucho. Y un rollo tipo "Amelie" que me hacía pensar que este post tenía que llegar antes de la exposición...

Hay dos clases de animales en este mundo: los que poseen el don del lenguaje y los que no lo poseen. Los animales que poseen el don del lenguaje se dividen, a su vez, en dos tipos: los que hablan y los que escuchan. (p. 123)

Y los que hablan, se dividen en los que tienen algo que decir y los que no.
Y los que tienen algo que decir, se dividen entre los que lo dicen y los que lo callan.
Y los que lo callan equivalen a los que no poseen el don del lenguaje.

Esta tarde hay un discurso de alguien que tiene mucho que decir. Esperamos que, además, le dejen hacer.