24 de julio de 2009

Ensayo sobre la ceguera

En tiempos de progresión de una epidemia de gripe A (antes gripe porcina) da un poco de miedo ver como gestionan esa "crisis sanitaria" las autoridades. Pretenden dar la sensación de que todo es controlable, cuando posiblemente todos sabemos que hay cosas que no se pueden acotar.
De esto habla el libro, del comportamiento de las autoridades (y, sobre todo, de las personas) ante una epidemia de ceguera, comportamiento que, sin duda, dejaría salir de nosotros el animal que está escondido detrás de la cultura.
En este caso, fiel a su estilo, la novela está salpicada de algunas reflexiones. Yo os dejo con una de ellas, de la página 293 y que habla de los prejuicios. Quizá nos fuera mejor sin ellos.


«No sé cómo estarán mis padres, dijo. Esta sincera preocupación muestra qué infundados son los prejuicios de quienes niegan la posibilidad de que existan sentimientos profundos, incluyendo el amor filial, en los casos, desgraciadamente abundantes, de comportamientos irregulares, mayormente en el plano de la moralidad pública.»

10 de mayo de 2009

Los nuevos enigmas del universo

Por el título parece un libro sobre Ovnis u otros enigmas del agrado de J.J. Benítez y que yo leía hace muchos años en esa enciclopedia, o más bien coleccionable, que se llamaba Lo desconocido y que estaba dirigida por el Dr. Giménez del Oso. Sin embargo este libro no trata de ésto, sino de los enigmas (científicos) del Universo. Y los plantea a partir de una queja principal: Los científicos están dedicados a aspectos cada vez más parciales de la ciencia, con la esperanza de que la suma de estos detalles les dé un conocimiento del total, pero nadie se preocupa de ese total, de las grandes preguntas: ¿Cómo se originó el Universo? ¿Cómo comenzó la vida en la Tierra? o ¿Cómo es posible que a partir de una única célula surja un individuo totalmente formado?
Además de esta queja, hay otra, la de que la ciencia está cada vez más separada de la sociedad, como se recoje en esta cita


«...la ciencia moderna no se preocupa en absoluto de hacerse comprender por parte de la gran mayoría. Ha llegado a ese complicado punto en el que su comprensión exige una cultura y una atención que los ciudadanos corrientes sólo pueden adquirir a base de unos esfuerzos a los que no todos están dispuestos. De modo que existe una brecha (...) entre el hombre de la calle y el mundo de la investigación científica; el primero no tiene más remedio que aceptar pasivamente las afirmaciones del segundo. Esto tiene una doble consecuencia desastrosa. Por un lado el ciudadano ya no se interesa por la labor del investigador ni por sus problemas éticos, y a veces rechaza todo intento de hacerle comprender el mundo de la ciencia, que considera a priori demasiado diferente y apartado al suyo. (...)
Por otro lado, ese mismo ciudadano tiende a confundir, cada vez con más frecuencia, el esoterismo de la ciencia con el de las falsas ciencias y coloca en el mismo plano la física o la biología y la astrología o la clarividencia.» (p. 127-128)
Dejando a un lado la segunda cuestión (que yo no percibo), quizá la primera sí que es algo a lo que, no sé muy bien como, habría que tratar de poner remedio. La cultura científica es, muchas veces, inexistente. Y eso aunque muchas veces los conceptos involucrados tampoco son tan complicados de explicar. Más importancia tiene lo siguiente:

«En todos los países, los parlamentarios son, en su inmensa mayoría, muy ignorantes en temas científicos; aún así, tienen la responsabilidad de resolver problemas de fuerte connotación científica, como los relacionados con la contaminación, la destrucción de la capa de ozono o la introducción de plantas modificadas mediante ingeniería genética.» (p. 128)

A los parlamentarios hay que añadir a los comentaristas o "tertulianos" de los programas de la radio y televisión, que nadie parece extrañar su conocimiento enciclopédico. Saben de todo y sobre cualquier cosa tienen un criterio, ¿no es eso algo extraño? ¿Por qué dicen tantas veces "no soy un experto, pero en mi opinión lo que habría que hacer..."? ¿Si no eres un experto, no deberías inhibirte de opinar? En fin.

Acabo con una interesante anotación, que hasta ahora no había leído en ningún libro de divulgación científica, quizá demasiado convencidos de la labor de la ciencia.



«También se puede pensar, como opinaba Max Plank, que existe un tercer mundo, diferente del mundo real y, al tiempo, del mundo sensible, el que estudian los físicos. Este tercer mundo, en gran parte matemático, sería una creación del espíritu humano, construido con un objetivo muy preciso. (...) Su propósito, doble, sería proporcionar un conocimiento lo más completo posible del mundo real y describir de la forma más clara posible el mundo sensible. "Es un error creer que el papel de la física consiste en descubrir qué es la naturaleza -dice el físico Niels Bohr-. Su objetivo es qué podemos decir de la naturaleza." Para él, como para otros físicos, es preciso, si no renunciar a creer en una realidad independiente de nosotros, si decir, al menos, que no podemos tener acceso directo a ella ni describirla, lo cual equivale a lo mismo. La única realidad que observamos es la de nuestra experiencia, porque la ciencia no abarca más que los fenómenos.» (p. 12-13)


Qué curioso que esta opción filosófica provenga de físicos de principios del siglo XX. Físicos que no sólo se preocupaban por la física que estudiaban, sino también de la filosofía que sostenía su investigación. Quizá falte también un poco de cultura filosófica, además de la científica.

20 de abril de 2009

Metáforas que nos piensan

Mucho tiempo sin escribir. Poco tiempo para leer.


De lo último leído, este Metáforas que nos piensan, de Emmanuel Lizcano. Una serie de artículos con un tema de fondo: la capacidad del lenguaje para modelar la realidad que vivimos. El lenguaje nos "obliga" a "ver" una realidad y no otras posibles y esto es válido para todo, desde la ciencia y la matemática a la sociología. En palabras del autor



«­La consolidación de ciertas metáforas es fundamental para el mantenimiento de la creencia en que "las cosas son como son" y no de otra manera (o sea, no según otras metáforas), pero es precisamente la fe en la ciencia la que permite establecer tajantememete es 'como' son las cosas y deslegitimar, en consecuencia, como superchería, atraso, utopía o delirio cualesquiera otras potencialidades que puedan alterar--o que vienen consiguiendo escapar de--el actual 'estado de las cosas'»
(p. 29)


O sea que buena parte de lo que creemos que pensamos lo ponemos nosotros con nuestro universo metafórico y, de este modo, creamos una realidad hecha a medida de nuestra lengua.


«(...) bajo cada concepto, imagen o idea late una metáfora, una metáfora que se ha olvidado que lo es. Y ese olvido, esa ignorancia, es la que, paradójicamente, da consistencia a nuestros conocimientos, a nuestros conceptos e ideas.» (p. 61)


Sigamos con el ejemplo de la ciencia


«Metáforas que los científicos (...) acaban publicando con una elaborada retórica (...) que les presta toda la apariencia de mero des-cubrimiento de 'la realidad'; retórica de ka verdad que acabará asentándose como verdad a secas una vez que el entrelazamiento de juicios científicos, académicos, políticos y procesales haya terminado de legitimar los unos a los otros. El resto lo pondrá la credulidad de la población hacia una forma de saber que se le presenta como saber sagrado (...) credulidad convenientemente alimentada durante años y años de enseñanza general y obligatoria, en la que las ciencias y las matemáticas se imponen como conocimientos imbuidos del máximo prestigio y apenas susceptibles de ser contrastados o puestos bajo sospecha.» (pp. 75-76)

y las matemáticas, pues...
«(...) ese proyecto, que hoy nos parece tan universal como 'la matemática', es la empresa de unas pocas gentes (...) que habitaban unos burgos o ciudades de Europa Central y de Inglaterra enlas que se albergaba una ínfima parte de la población. Que su locura, su utopía--y sus matemáticas--hayah llegado a imponerse en buena parte del planeta, no puede hacer olvidar que la utopía y las matemáticas de aquella burguesía minoritaria son también una utopía y unas matemáticas indígenas.» (p. 196)

Y con ello cargados de la Razón (la razón se tiene y por tanto se puede llevar a todas partes). Desde dentro de nuestro mito indígena y convencidos de que no lo es

«Nunca un mito lo es para quien está creyendo en él: se trata de la realidad misma» (p. 234)

cargamos contra aquellos que no lo comparten,

«Las culturas sin escritura no pueden entenderse (...) como algo que viene definido por su carencia. Concebirlas por una carencia, defecto o falta ya las presenta como defectuosas, viniendo así a resultar natural la corrección de su defecto.» (p. 153)


pero olvidamos que

«Muchas culturas del verbo son (...) conscientes de los numerosos beneficios derivados de la oralidad, de los cuales carecemos las gentes de letras, y--que yo sepa--nunca han emprendido "campañas de oralización" que, al igual que las desatadas para la alfabetización, llevaran a la hoguera nuestros libros o nuestros códigos legales como formas de superstición e inclutura. Y, sin embargo, la modernidad ha decretado--evidentemente, por razones humanitarias--su exterminio, al pie de la letra.» (p. 157)

¿No da que pensar? A mi sí. Mucho.

29 de enero de 2009

Cien años de soledad

Hoy hace un año que soy de Villacañas según este pasaje de Cien años de soledad.



«­- No nos iremos-dijo-aquí nos quedamos porque aquí hemos tenido un hijo.

- Todavía no tenemos un muerto - dijo él -. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.»
(p. 16)


Este es un homenaje a Flori, para que sepa que, desde donde estamos, se te echa de menos.

14 de enero de 2009

Cosmos

Hace mucho tiempo que regalé un ejemplar de Cosmos de Carl Sagan. De entre todos los textos que leí y me parecieron sugerentes hay uno que cito con frecuencia, porque está escrito en 1980 (traducido en 1982) pero se refiere a un objeto (la nave Voyager II) terminado de construir en 1977, pero proyectado mucho antes.
El fragmento, de la página 149, es el siguiente:

«¿Cómo llega hasta nosotros una imagen procedente del sistema solar exterior? La luz del sol brilla sobre Europa en su órbita alrededor de Júpiter y es reflejada de nuevo al espacio, donde una parte choca contra los fósforos de las cámaras de televisión del Voyager, generando una imagen. La imagen es leída por las computadoras del Voyager, radiada a través de la inmensa distancia de 500 millones de kilómetros a un radiotelescopio, a una estación basada en la Tierra (...) La estación pasa luego la información a través de un satélite de comunicaciones en órbita terrestre a California meridional, desde donde es retransmitida mediante un conjunto de torres de enlace por microondas a una computadora del Laboratorio de Propulsión a Chorro, donde se procesa. La imágen es básicamente idéntica a una fotografía de prensa transmitida por teléfono, y está constituida casi por un millón de puntos distintos, cada uno con un tono distinto de gris, puntos tan finos y apretados que vistos desde una cierta distancia los puntos constitutivos resultan invisibles. Sólo vemos su efecto acumulativo. La información de la nave espacial especifica el grado de brillo o de oscuridad de cada punto. Después de ser procesados, los puntos se almacenan en un disco magnético, parecido a un disco fonográfico. (...) Después el producto final de este conjunto notable de enlaces de radio es una hoja delgada y brillante de papel, que muestra en este caso las maravillas de Europa, grabadas, procesdas y examinadas por primera vez en la historia humana el 9 de julio de 1979.»
Lo más impresionante del caso, al menos para mi, es que TODAS las fotografías que se tienen de los planetas exteriores provienen de esa cámara de, como diríamos ahora, un megapixel.