10 de mayo de 2009

Los nuevos enigmas del universo

Por el título parece un libro sobre Ovnis u otros enigmas del agrado de J.J. Benítez y que yo leía hace muchos años en esa enciclopedia, o más bien coleccionable, que se llamaba Lo desconocido y que estaba dirigida por el Dr. Giménez del Oso. Sin embargo este libro no trata de ésto, sino de los enigmas (científicos) del Universo. Y los plantea a partir de una queja principal: Los científicos están dedicados a aspectos cada vez más parciales de la ciencia, con la esperanza de que la suma de estos detalles les dé un conocimiento del total, pero nadie se preocupa de ese total, de las grandes preguntas: ¿Cómo se originó el Universo? ¿Cómo comenzó la vida en la Tierra? o ¿Cómo es posible que a partir de una única célula surja un individuo totalmente formado?
Además de esta queja, hay otra, la de que la ciencia está cada vez más separada de la sociedad, como se recoje en esta cita


«...la ciencia moderna no se preocupa en absoluto de hacerse comprender por parte de la gran mayoría. Ha llegado a ese complicado punto en el que su comprensión exige una cultura y una atención que los ciudadanos corrientes sólo pueden adquirir a base de unos esfuerzos a los que no todos están dispuestos. De modo que existe una brecha (...) entre el hombre de la calle y el mundo de la investigación científica; el primero no tiene más remedio que aceptar pasivamente las afirmaciones del segundo. Esto tiene una doble consecuencia desastrosa. Por un lado el ciudadano ya no se interesa por la labor del investigador ni por sus problemas éticos, y a veces rechaza todo intento de hacerle comprender el mundo de la ciencia, que considera a priori demasiado diferente y apartado al suyo. (...)
Por otro lado, ese mismo ciudadano tiende a confundir, cada vez con más frecuencia, el esoterismo de la ciencia con el de las falsas ciencias y coloca en el mismo plano la física o la biología y la astrología o la clarividencia.» (p. 127-128)
Dejando a un lado la segunda cuestión (que yo no percibo), quizá la primera sí que es algo a lo que, no sé muy bien como, habría que tratar de poner remedio. La cultura científica es, muchas veces, inexistente. Y eso aunque muchas veces los conceptos involucrados tampoco son tan complicados de explicar. Más importancia tiene lo siguiente:

«En todos los países, los parlamentarios son, en su inmensa mayoría, muy ignorantes en temas científicos; aún así, tienen la responsabilidad de resolver problemas de fuerte connotación científica, como los relacionados con la contaminación, la destrucción de la capa de ozono o la introducción de plantas modificadas mediante ingeniería genética.» (p. 128)

A los parlamentarios hay que añadir a los comentaristas o "tertulianos" de los programas de la radio y televisión, que nadie parece extrañar su conocimiento enciclopédico. Saben de todo y sobre cualquier cosa tienen un criterio, ¿no es eso algo extraño? ¿Por qué dicen tantas veces "no soy un experto, pero en mi opinión lo que habría que hacer..."? ¿Si no eres un experto, no deberías inhibirte de opinar? En fin.

Acabo con una interesante anotación, que hasta ahora no había leído en ningún libro de divulgación científica, quizá demasiado convencidos de la labor de la ciencia.



«También se puede pensar, como opinaba Max Plank, que existe un tercer mundo, diferente del mundo real y, al tiempo, del mundo sensible, el que estudian los físicos. Este tercer mundo, en gran parte matemático, sería una creación del espíritu humano, construido con un objetivo muy preciso. (...) Su propósito, doble, sería proporcionar un conocimiento lo más completo posible del mundo real y describir de la forma más clara posible el mundo sensible. "Es un error creer que el papel de la física consiste en descubrir qué es la naturaleza -dice el físico Niels Bohr-. Su objetivo es qué podemos decir de la naturaleza." Para él, como para otros físicos, es preciso, si no renunciar a creer en una realidad independiente de nosotros, si decir, al menos, que no podemos tener acceso directo a ella ni describirla, lo cual equivale a lo mismo. La única realidad que observamos es la de nuestra experiencia, porque la ciencia no abarca más que los fenómenos.» (p. 12-13)


Qué curioso que esta opción filosófica provenga de físicos de principios del siglo XX. Físicos que no sólo se preocupaban por la física que estudiaban, sino también de la filosofía que sostenía su investigación. Quizá falte también un poco de cultura filosófica, además de la científica.