4 de noviembre de 2010

San Manuel Bueno, Martir

Hace ya tanto que terminé de leer este libro que ya recuerdo poco de él. Pero por suerte tengo ahora la costumbre de apuntar en la última página las páginas donde se encuentran los pasajes que llamaron mi atención y, en el caso de San Manuel Bueno, Martir, los pasajes son dos y bien distintos.
El primero más que por el contenido, por la casualidad. No es la primera vez que comento en este Blog el hecho de que al leer dos o más libros simultáneamente, resulte que refieren al mismo tema. Pero en este caso, la coincidencia es más que notable, pues las palabras de Unamuno son casi exactas a las de Russell en Elogio de la ociosidad, libro que dejamos para otra entrada (aún hay que terminarlo). La frase en cuestión, que ambos escritores cuestionan, es la siguiente:
«Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: "Y del peor de todos, que es el pensar ocioso".» (p. 96)
La segunda tiene más que ver con la realidad social y económica, en un nuevo argumento para evitar, a toda costa, el tener tiempo para pensar.
«Que traen una nueva sociedad, en que no haya ricos ni pobres, en que esté justamente repartida la riqueza, en que todo sea de todos, ¿y qué? ¿Y no crees que del bienestar general surgirá más fuerte el tedio a la vida?» (p. 120)
Mejor, por tanto, seguir disfrutando de las injusticias y de este modo no tener tiempo para pensar si la vida tiene (o no) sentido. 

21 de septiembre de 2010

La constante macabra



Si haces un examen y aprueban todos los alumnos, ¿qué pensarías? ¿Que era demasiado fácil? ¿Que te has equivocado al poner las preguntas? ¿Que en el próximo examen ya te pensarás mejor las preguntas?


Esta es la pregunta base de este libro en el que su autor trata de explicar, y combatir, el hecho de que en la mayoría de las clases y las asignaturas el número de suspensos es de, aproximadamente, la mitad. Una constante que se repite a lo largo de los años, de los cursos, de las asignaturas y que nos transforma de un papel de educadores y enseñantes, a otro de seleccionadores que, quizá, no sea lo que nos corresponda. Y es que

«Una evaluación que tiende a subrayar la debilidad de un alumno en lugar de revelar los progresos logrados y las adquisiciones obtenidas, es el método más eficaz para desanimarlo y conducirlo al fracaso.» (p. 154)
¿El profesor que suspende mucho, es mejor? ¿El alumno que suspende, estudiará más? ¿Los alumnos son cada vez peores? ¿Saben menos? ¿Se esfuerzan menos? ¿Cuánto nos esforzábamos nosotros en nuestra época de estudiantes?
«...los enseñantes tienen demasiado a menudo una tendencia a desalentar a los alumnos en lugar de motivarlos. Este comportamiento, muchas veces involuntario, se inscribe dentro de una lamentable tradición: el alumno, al fallar, trabajará más para así progresar.» (p. 81)
Un último apunte de uno de los prólogos
 «Espero que estas reflexiones puedan contribuir a mejorar el diálogo entre enseñantes y enseñados, permitiendo de alguna manera que los enseñados se sientan más alumnos que opositores, en la medida en que los enseñantes sean para ellos más bien tutores que jueces.» (p. 7)
Y es que, ¿por qué hemos de ser jueces? Desde luego que me veo más en el papel de compañero/tutor, que en el de juez/seleccionador.

13 de julio de 2010

Epílogo

Última entrada y, para variar con una imagen escrita por Raúl en 1997. Es una cita que me escribió en un papel y que ahora, 13 años después, ha reaparecido en los aproximadamente 5000 papeles que utilizamos para escribir en el reverso.


La cita no ha perdido nada de actualidad y creo que es un bonito epílogo al asunto que nos ha llevado esta trilogía.





«Feliz el que alejado de negocios,
como en remoto tiempo los mortales,
paternos campos con bueyes ara
y no rinde a la usura vasallaje»



Horacio "Beatus Ille"
Nota: Proviene de la carátula de un disco de El último de la fila

Su crisis y la nuestra

Tercera (y penúltima) entrega, ahora con este panfleto en el que, al menos se busca una solución ajena a la propaganda general de que lo que necesitamos es crecimiento económico.
Parece claro que las altenativas no pueden salir de los partidos políticos, demasiado enredados en la defensa de las cosas como están y poco dados a discutir la hegemonía de los mercados. Habrá que mirar para otro lado y pensar en la alternativa, el decrecimiento, pero lejos de la partidocracia en la que, lamentablemente, vivimos:

«Esta matriz libertaria (del decrecimiento) tiene una secuela importante: el progresivo, y afortunado, abandono de la idea de que para hacer algo es inexcusable disponer de organizaciones políticas en el sentido partidario que comúnmente se atribuye a este término. (p.106)»
Para resumir en qué consiste el decrecimiento, voy a encadenar algunas fragmentos del libro, aunque para saber bien lo que es, hay que leer más (incluido yo), aunque con esto ya vale para ir haciéndose una idea.
«el crecimiento facilita el asentamiento de un modo de vida esclavo que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más bienes acertemos a cosumir» (p. 38)
«Del decrecimiento pueden derivarse, por otra parte, ventajas en lo que se refiere a la preservación del medio ambiente, el bienestar de las generaciones futuras, la salud de los consumidores y las condiciones de trabajo. (...) ahora estamos en la obligación de enunciar otra certeza: si no decrecemos voluntaria, racional, solidaria y ecológicamente, tendremos que hacerlo llevados por las circunstancias.» (p.52)
«el problema principal no nace, en modo alguno, de la aplicación técnica de un programa de decrecimiento. Nace, antes bien, de la dificultad de modificar muchos de nuestros chips mentales en el sentido que invocaba Gandhi cuando afirmó que la cima de la civilización no debe asentarse en el designio de poseer, de acumular, cada vez más, sino en el de reducir y limitar las necesidades.» (p.56)
«el proyecto alternativo - primacía de la lógica social frente al consumo y la propiedad, reparto del trabajo, renta básica, ocio creativo, reducción del tamaño de muchas infraestructuras, preponderancia de lo local sobre lo global, austeridad y sencillez voluntarias - » (p.61)
«no implica en modo alguno, antes al contrario, una general infelicidad. Trabajaremos menos y, muchos, ganaremos también menos dinero, pero disfrutaremos de más tiempo para otros menesteres, y demostraremos fehacientemente que es posible vivir, más felices, consumiendo mucho menos y asumiendo, claro, un ambicioso proyecto de redistribución de la riqueza.» (p.64)
Pues eso, que alternativa si hay. Otra cosa es que haya voluntad para llevarla adelante, y mucho más por medio de una clase política que se debe al sistema que los sostiene. En todo caso y como se cita en el texto, a veces son las circunstancias las que llevan al decrecimiento, aunque sea por medio de un decreto en el que te rebajan el sueldo.

7 de julio de 2010

La catástrofe perfecta

Segunda entrega, tras la anterior de aproximación científico-ecológica al problema de la crisis actual, nos encontramos con este pequeño libro en el que la aproximación se hace a través de la historia reciente y los acontecimientos de los últimos años que, iluminados por la actual crisis, toman todo el significado.
En mi opinión este libro está bien como acercamiento histórico y como explicación de algunas de las ingenierías financieras que nos han traído hasta aquí, pero falla al tratar de explicar lo que va a suceder, pues apuesta por que los mercados soliciten a los gobiernos la regulación de la que ellos mismos no han sido capaces de darse. Para mí que la voracidad de los mercados y la máxima de que las ganancias tienen que ser cada vez mayores, van a tratar de impedir cualquier regulación, toda vez que ya saldrán los gobiernos al rescate si vuelve a ser necesario. La cita deja bien claro en manos de quien estamos:

«El mercado y el sector privado destruyen lo colectivo y se apropian de las esferas pública y social. Lo cual provoca una competencia generalizada: el mercado contra el Estado, el sector privado contra el sector público, el individuo contra la colectividad, el egoísmo contra la solidaridad. (...)
Este capitalismo neoliberal constituye una inmensa ruptura económica política y cultural. Somete a las empresas y a los ciudadanos a una imposición única: adaptarse, a fin de plegarse mejor a los anónimos mandatos de los mercados financieros. Condena de antemano -en nombre del realismo- toda veleidad de resistencia o disidencia. Y golpea con oprobio todo sobresalto proteccionista, toda búsqueda de alternativa, todo intento de regulación democrática, toda crítica a los mercados omnipotentes.» (p. 46)

Nada me hace sospechar que las cosas vayan a ser de otro modo. El susto queda para los otros, las consecuencias se nacionalizan y los beneficios siguen (y seguirán) a buen recaudo. Las últimas medidas de los gobiernos europeos al respecto no dejan lugar a dudas: el mercado manda y, como dice Galeano: ¿Qué hora es? La que usted mande señor.


4 de julio de 2010

La venganza de La Tierra

En primer lugar, y aunque el libro del Lovelock puede interpretarse como una defensa de la energía nuclear, en La venganza de La Tierra se expone claramente la problemática de una Tierra viva de la que somos parte y de la que

«No estamos mejor cualificados para ser los administradores o promotores de la Tierra de lo que las cabras lo están para ser jardineros.» (p. 200)
Formamos parte de un todo que se puede interpretar como un organismo vivo que se autorregula para poder continuar. La Tierra se comporta como cualquier ser vivo, que ante una infección, por ejemplo, eleva su temperatura para combatirla mejor y, de este modo, poder perdurar más tiempo, en eso consiste básicamente la hipótesis de Gaia. Ciertamente se establece un paralelismo entre la infección del planeta (los humanos) y su fiebre (el calentamiento global).

Entre las soluciones que propone están rebajar la humanidad hasta una cifra de entre 500 y 1000 millones de habitantes o buscar la manera de sintetizar comida y olvidarnos de la comida tal y como la conocemos ahora mismo. En todo caso queda claro que

«La ideología de la sociedad industrial, basada en el crecimiento económico, niveles de vida cada vez más altos y la fe en que la tecnología lo arreglará todo es insostenible a largo plazo. Para cambiar nuestras ideas tenemos que trabajar hacia el objetivo de una sociedad humana en la que la población, el uso de los recursos, el procesamiento de residuos y el medioambiente muestren en términos generales un saneado balance.» (p. 214)

Dicho esto, y con las contradicciones implícitas de quien sabe que no es ni puede ser mejor jardinero que una cabra y aún así se atreve a dar consejos sobre como cuidar el césped, una cosa queda clara y es evidente. Vivimos por encima de las posibilidades del planeta y quizá él esté respondiendo. En todo caso, y como dijo en El contenedor del 19 de diciembre de 2006 Luis Pomar, lo que está en peligro no es la vida en La Tierra, sino la supervivencia de la especie humana, que es una cosa bien distinta, como bien distinto es que podamos hacer algo para evitarlo.

Su crisis y la nuestra, La catástrofe perfecta y La venganza de La Tierra

Entrada triple, tres libros y tres subtítulos, a saber


  1. Su crisis y la nuestra, un panfleto sobre decrecimiento, tragedias y farsas, de Carlos
    Taibo
  2. La catástrofe perfecta, crisis del siglo y refundación del porvenir, de Ignacio Ramonet, y
  3. La venganza de la Tierra, la teoría de Gaia y el futuro de la humanidad, de James Lovelock

Así tres libros, escritos por un politólogo famoso por tratar del popularizar el decrecimiento (Taibo) Otro famoso por haber dirigido durante años Le Monde Diplomatique (Ramonet) y el último por haber ideado la hipótesis de Gaia (Lovelock). Pues bien, a pesar de las apariencias los tres libros tratan del mismo tema, que puede quedar resumido en la cita final del libro de Taibo que cita a Joel Kovel y que ahora cito yo:

«Podría pensarse que en el escenario oficial se revelaría un momento de duda en virtud del hecho, extremadamente obvio, de que una sociedad que predica su expansión interminable destruirá de manera inevitable su base natural. Sin embargo, gracias a un aparato de propaganda soberbiamente efectivo y al desierto intelectual forjado por el poder, no es eso lo que está sucediendo.» (p.124)


Pues bien, vivimos en una sociedad que necesita donde el crecimiento económico es la base de lo que se denomina progreso. Es necesario crecer, dicen, para generar puestos de trabajo y el estancamiento o la recesión son sinónimos de crisis y catástrofe social, pues el aumento del número de integrantes del ejército de trabajadores en la reserva, casi siempre lleva aparejado un recorte en las garantías sociales de lo que se conviene en llamar Estado del bienestar.
Por no seguir con estas deliberaciones y continuar con los libros, yo recomiendo la lectura en el sentido inverso al que yo he seguido, esto es, comenzar con Lovelock, seguir con Ramonet y terminar con Taibo. Y en ese orden publicaré tres entradas, tres entregas, de lo mismo desde distintos puntos de vista.

27 de junio de 2010

Patas arriba

Una última entrada referida a este libro que, entre otras cosas nos advierte de los peligros de un aparato que rara vez falta: la televisión. Encadenaré citas de distintas partes del libro:

«Las horas de televisión superan ampliamente las horas del aula, cuando las horas del aula existen, en la vida cotidiana de los niños de nuestro tiempo. Es la unanimidad universal: con o sin escuela, los niños encuentran en los programas de la tele su fuente primordial de información, formación y deformación, y encuentran también sus temas principales de conversación.» (p. 375)

Leemos un poco más atrás

«Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad (...) Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. (...) Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.» (pp. 330-331)

Y un poco más adelante

«Allí (en los shopping centers) la gente se cruza con la gente, llamada por las voces del consumo, como antes la gente se encontraba con la gente, llamada por las ganas de verse, en los cafés o en los espacios abiertos de las plazas, los parques y los viejos mercados: en nuestros días, esas intemperies están demasiado expuestas a los riesgos de la violencia urbana.» (p. 340)

Yendo casi al principio encontramos esto

«La igualación, que nos uniformiza y nos emboba no se puede medir. No hay computadora capaz de registrar los crímenes cotidianos que la industria de la cultura de masas comete contra el arcoiris humano y el humano derecho a la identidad.» (p. 38)

Que guarda relación con esta última reflexión

«Ofrecemos a la gente lo que la gente quiere, dicen los medios, y así se absuelven; pero esa oferta, que responde a la demanda, genera cada vez más demanda de la misma oferta: se hace costumbre, crea su propia necesidad, se convierte en adicción.» (p. 376)

Termino con una última cita que no guarda mucha relación con todo lo anterior y que tiene más relación con los acontecimientos que nos toca vivir. El lector avisado supongo que encontrará la forma de poner las caras y los gestos en los que estoy pensando. El que no, seguro que tiene alguno a mano para ponerselos.

«No es mucha la gente que nace con esa incómoda glándula llamada conciencia, que impide dormir a pata suelta y sin otra molestia que los mosquitos del verano.» (p. 249)

15 de junio de 2010

Patas Arriba

Quizá (seguro) influido por las noticias que hablan de recortes (económicos, sociales, etc.) he comenzado una oleada de lecturas que reflexionan y tratan de explicar lo que está pasando (y ha pasado) alrededor de esto que hemos convenido en llama "crisis financiera".

El primero de los libros es Patas Arriba de Galeano. Pido perdón por adelantado porque la cita es muy larga, pero para el que tenga paciencia de leerlo todo le propongo una adivinanza: ¿en qué año está escrito el libro? Ánimo y adelante:







«Según el diccionario, secuestrar significa "retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate". El delito está duramente castigado por todos los códigos penales; pero a nadie se le ocurriría mandar preso al gran capital financiero, que tiene de rehenes a muchos países del mundo y, con alegre impunidad, les va cobrando, día tras día, fabulosos rescates.
En los viejos tiempos, los marines ocupaban las aduanas (...) En la actualidad, en tiempos de democracia, los tecnócratas internacionales resultan más eficaces que las expediciones militares. (...)

Los países (...) son países cautivos, y los acreedores les descuartizan la soberanía, como descuartizaban a sus deudores plebeyos, en la plaza pública, los patricios romanos de otros tiempos imperiales.(...)
Esos países tienen la libertad de hacer lo que les mandan hacer unos señores sin rostro, que viven muy lejos y que, a larga distancia, practican la extorsión financiera.(...) La verdad única se impone con un fanatismo digno de los monjes de la Inquisición (...): se dicta exactamente la misma política para países tan diversos como Bolivia y Rusia, Mongolia y Nigeria, Corea del Sur y México.

A fines del 97, el presidente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, declaró:
"El estado no debe dar órdenes a los bancos". Traducido, eso significa: "Son los bancos quienes deben dar órdenes al estado". Y, a principios del 96, el banquero alemán Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank, había comprobado: "Los mercados financieros desempeñarán, cada vez más, el papel de gendarmes. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están bajo el control de los mercados financieros" (...)

La razón del mercado impone sus dogmas totalitarios, que Ignacio Ramonet llama globalitarios,en escala universal. La razón se hace religión, y obliga a cumplir sus mandamientos: sentarse derechito en la silla, no alzar la voz y hacer los deberes sin preguntar por qué. ¿Qué hora es? La que usted mande, señor. (...)

A las órdenes del mercado, el estado se privatiza. ¿No habría que desprivatizarlo, más bien, estando como está el estado en manos de la banquería internacional y de los políticos nacionales que lo desprestigian para después venderlo, impunemente, a precio de ganga? (...)

Los presidentes viajan por el mundo, convertidos en vendedores ambulantes: venden lo que no es suyo, y esa actividad delictiva bien merecería una denuncia policial, si la policía fuera digna de confianza. (...)

Dicen que la astrología fue inventada para dar la impresión de que la economía es una ciencia exacta. Nunca los economistas sabrán mañana por qué sus previsiones de ayer no se han cumplido hoy. Ellos no tienen la culpa. Se han quedado sin asunto, la verdad sea dicha, desde que la economía real dejó de existir y dejó paso a la economía virtual. Ahora mandan las finanzas, y el frenesí de la especulación financiera es, más bien, tema de psiquiatras. (...)

Un anillo digno de Saturno gira, enloquecido, alrededor de la tierra: está formado por los 2.000.000.000.000 de dólares que cada día mueven los mercados de las finanzas mundiales. (...)

Wall Street es actualmente el centro de la gran timba electrónica universal, y la humanidad entera está prisionera de las decisiones que allí se toman. La economía virtual traslada capitales, derriba precios, despluma incautos, arruina países y, en un santiamén, fabrica millonarios y mendigos. En plena obsesión mundial de la inseguridad, la realidad enseña que los delitos del capital financiero son mucho más temibles que los delitos que aparecen en las páginas policiales de los diarios. (...)

George Soros, el especulador más exitoso del mundo, que amasó una fortuna derribando sucesivamente a la libra esterlina, la lira y el rublo, sabe de qué está hablando cuando comprueba:
"El principal enemigo de la sociedad abierta, creo, ya no es el comunismo, sino la amenaza capitalista".
El doctor Frankenstein del capitalismo ha generado un monstruo que camina por su cuenta, y no hay quien lo pare. Es una suerte de estado por encima de los estados, un poder invisible que a todos gobierna, aunque ha sido elegido por nadie.
En este mundo hay demasiada miseria, pero hay también demasiado dinero, y la riqueza no sabe qué hacer consigo misma. En otros tiempos, el capital financiero ampliaba, por la vía del crédito, los mercados de consumo. Estaba al servicio del sistema productivo, que para ser necesita crecer: actualmente, en plena desmesura, el capital financiero ha puesto al sistema productivo a su servicio, y con él juega como juega el gato con el ratón. (...)


Rara vez las crisis bursátiles hieren de muerte a los sacrificados millonarios que día tras día, curvada la espalda sobre la computadora, las manos callosas en el teclado, redistribuyen la riqueda del mundo decidiendo el destino del dinero, el nivel de las tasas de interés y el valor de los brazos, de las cosas y de las monedas.» (páginas 197 a 209 de la edición de bolsillo)








A mi, tras leer esto (escrito en 1998) y que se refiere principalmente a la crisis de finales de los años 90 en América Latina, sólo me queda decir, parafraseando a Brecht (aunque hay quien señala que la frase no es suya) que «ahora vienen a por nosotros, pero ya es tarde».

7 de junio de 2010

El blog del inquisidor

Otro libro de Lorenzo Silva. Aunque seguro que a alguno esto le parece literatura de consumo, a mi me siguen entreteniendo este tipo de lecturas, de donde siempre se sacan algunas reflexiones válidas, más en este autor, que suele filosofar bastante.
Este libro en concreto tiene un estilo más suave y menos ácido que otros, motivo por el que, lo pongo el último en la lista (provisional) de los libros leidos de este autor en orden de recomendación (si alguien me pregunta)
En definitiva y siguiendo con lo encontrado en el libro, os voy a poner una reflexión que también tiene que ver con este blog, que a punto estuve de dejar morir de inanición.

«...no te comprometas nunca a la ligera, pero una vez que lo hagas, revienta o rómpete antes de fallar. Porque lo peor de las deudas insatisfechas no es el menoscabo que uno pueda sufrir en la consideración del acreedor (...) La consecuencia más dañina de nuestros incumplimientos es que nos van empujando, de un modo tan imperceptible como inexorable, hacia el borde de nuestro propio abismo interior. No se trata de que los demás no se fíen de uno, sino de acabar no fiandose de uno mismo: llegados a este punto, no hay manera de impedir el desastre.» (p.157)


En este sentido, el compromiso de escribir este blog, como memoria de vida a través de los escritos estuvo cerca de perderse y, como consecuencia, contrajo algunas deudas de libros leídos y no reportados. Como dice Silva a través de su personaje el peligro estaba en haber comenzado algo que no iba a continuar; la ruptura de un compromiso con uno mismo y eso puede terminar en desastre. Bien está comenzar algo y decidir que se termina, pero lo que no es admisible es el abandono sin más, sin decisión asociada.

Así que, de momento, reitero el compromiso de continuar con el Blog, compromiso que adquiero conmigo mismo y con nadie más, pero basta con eso: esta es la historia de lo que voy leyendo y lo que me llama la atención de eso que leo.

Termino con otra cita, que me recuerda los tiempos en los que hacíamos un programa de radio en el que los temas de historia tenían más polémica asociada que los temas de ciencia o de literatura.


«No existe ni existirá nunca una Historia verdadera, porque a nadie le interesó jamás la verdad, sino que su versión prevaleciera sobre el resto.» (p.20)


Pues eso.

28 de mayo de 2010

La lluvia amarilla

Comencé a leer este libro animado por tratarse de un relato sobre Ainielle, un pueblo abandonado en Huesca, como tantos que he conocido, ya abandonados, ya recuperados para otras actividades o recuperados para vivir en ellos. Lo cierto es que en ellos siempre se mezcla la belleza del lugar con la tristeza del camino andado y desandado; lo difícil que es construir un lugar para vivir y lo sencillo que le resulta al tiempo desordenar el orden humano.

«Visto desde los montes, Ainielle continúa conservando, pese a todo, la imagen y el perfil que tuvo siempre: la espuma de los chopos, los huertos junto al río, la soledad de sus caminos y sus bordas y el resplandor azul de las pizarras bajo la luz del mediodía o de la nieve.» (p. 75)

Demasiada tristeza, locura y soledad en este libro.

5 de mayo de 2010

Patas Arriba y La elegancia del erizo

Esto es solo una frase que cita Galeano en Patas Arriba. Me gustó mucho y no he podido resistirme a incluirla en el Blog:

«Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo.» Ramón Gómez de la Serna, citado en la página 269 de Patas Arriba


Con esta frase comienzo a saldar una deuda, de casi un año. El verano pasado leí La elegancia del Erizo y olvidé marcar aquello que me gustó. He tenido que esperar hasta ahora para que una lectora a la que avisé (y que fue quien descubrió este libro entre los miles de la feria del Libro de Madrid 2009) me volviera a indicar que, en la página 170 comienza un capítulo dedicado a la gramática. El fragmento elegido es el siguiente:

«...la gramática es una vía de acceso a la belleza. (...) Eres capaz de reconocer una expresión elegante o un buen estilo. Pero cuando se estudia gramática, se accede a otra dimensión de la belleza de la lengua. Hacer gramática es observar las entrañas de la lengua, ver cómo está hecha por dentro, verla desnuda, por así decirlo. (...) sólo saber que hay varias naturalezas de palabras y que hay que conocerlas para poder utilizarlas y para estar al tanto de sus posibles compatibilidades, hace que me sienta como en éxtasis. Me parece, por ejemplo, que no hay nada más bello que la idea básica de la lengua, a saber; que hay nombres y verbos. Sabiendo esto, es como si ya te hubieran enunciado la esencia de todo. Es maravilloso, ¿no? Hay nombres, verbos...» (p. 174)

Sólo añadir dos cosas, una es que, paralelamente, la lógica es la vía de acceso a la belleza del pensamiento y que hasta ahora no he encontrado nada más sorprendente que ver cómo un niño comienza a manejarse con ambas sin saber qué son.

La elección de la frase de Ramón Gómez de la Serna no es sino porque la encuentro atractiva en sus vertientes gramatical y lógica.

20 de abril de 2010

Los crímenes de Oxford

Este es el libro que leía mientras un amigo se defendía en lo que ójala sea una victoria pírrica o, mejor, una derrota inesperada.
El caso es que como no todo en la tarde fuera a ser malo, leí un espectacular capítulo siete de Los crímenes de Oxford donde habla, sobre todo, de filosofía de las Matemáticas o de la Matemática como dicen en el país (Argentina) del escritor y matemático de un libro al que tituló Crímenes Imperceptibles, pero que el éxito de la película de Alex de la Iglesia (director y licenciado en Filosofía) cambió.
Os escribo el principio del capítulo.


«-Hay una diferencia entre la verdad y la parte de verdad que puede demostrarse: ése es en realidad un corolario de Tarski sobre el Teorema de Gödel-dijo Seldom-. Por supuesto, los jueces, los forenses, los arqueólogos, sabían mucho esto antes que los matemáticos. Pensemos en cualquier crimen con sólo dos posibles sospechosos. Cualquiera de ellos sabe toda la verda que interesa: yo fui o yo no fui. Pero la justicia no puede acceder directamente a esa verdad y tiene que recorrer un penoso camino indirecto para reunir pruebas: interrogatorios, coartadas, huellas digitales... Demasiadas veces las evidencias que se encuentran no alcanzan para probar ni la culpabilidad de uno ni la inocencia de otro. En el fondo, lo que mostró Gödel en 1930 con su teorema de incompletitud es que exactamente lo mismo ocurre en la matemática. El mecanismo de corroboración de la verdad que se remonta a Aristóteles y Euclides, la orgullosa maquinaria que a partir de afirmaciones verdaderas, de primeros principios irrebatibles, avanza por pasos estrictamente lógicos hacia la tesis, lo que llamamos, en una palabra, el método axiomática, puede ser a veces tan insuficiente como los criterios precarios de aproximación de la justicia.» (p. 58-59)



Pero como uno lee, desde su posición mental particular y lo que se debatía en el interior de una biblioteca trataba sobre educación/evaluación, se me ocurrió que el arranque de este capítulo podría cambiarse por el siguiente:

«-Hay una diferencia entre lo que sabe una persona y la parte de lo que sabe que puede ser evaluada objetivamente »



Y el resto se podría dejar casi como está, pero no deja de ser una aproximación lógica a un problema tan generalizado como el de la evaluación en la educación.

Por cierto y al respecto de esto último, también leí lo siguiente:

«Empezó a darse cuenta de un fenómeno curioso. Estaban, por supuesto, los exámenes perfectos, que solo permitían decir (...) que la inteligencia del candidato coincidía perfectamente con las expectativas del examinador.» (p. 75)



Entonces, cuando ponemos un 10, ¿qué es lo que estamos haciendo exactamente?

Y cambiando de tema (y de libro), y porque los libros se entrelazan en la vida de uno, llegó a mis manos un libro de Galeano (Uruguayo, para más señas). Encontrado en una mesa de una librería en la calle Verdi del barrio de Gràcia en Barcelona. El libro es Patas arriba. La escuela del mundo al revés y en su página 13 dice lo siguiente:

«El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.»



Aún voy por la página 19. Prometo otra reseña de este libro.

14 de abril de 2010

Firmin

Una novelita mejor que su final, que a mi no me ha gustado mucho. Y un rollo tipo "Amelie" que me hacía pensar que este post tenía que llegar antes de la exposición...

Hay dos clases de animales en este mundo: los que poseen el don del lenguaje y los que no lo poseen. Los animales que poseen el don del lenguaje se dividen, a su vez, en dos tipos: los que hablan y los que escuchan. (p. 123)

Y los que hablan, se dividen en los que tienen algo que decir y los que no.
Y los que tienen algo que decir, se dividen entre los que lo dicen y los que lo callan.
Y los que lo callan equivalen a los que no poseen el don del lenguaje.

Esta tarde hay un discurso de alguien que tiene mucho que decir. Esperamos que, además, le dejen hacer.


23 de febrero de 2010

¿Y los ciruelos chinos?

La entrada de hoy es algo distinta, se trata de un libro que ya leí el año pasado (y que se incluye dentro del parón de textos leídos pero no reflejados en este Blog), pero que viene a cuento porque siempre viene bien una reflexión acerca de la práctica docente. En esa reflexión viene a cuento este texto de ¿Y los ciruelos chinos? Retrospectiva ácrona del profesor de matemáticas Miguel Barreras Alconchel de Valderrobres (Teruel). No me resisto a introducir (casi) completo el último relato.

«Este año ha tardado en aparecer el otoño, pero, al fin, se le han caído las hojas del ciruelo chino de enfrente de mi casa.
Recuerdo mis dos meses primeros de docencia (...) Daba todas las horas del mundo. Matemáticas y ciencias naturales, asignatura que debía empollar previamente como un estudiante más. Tocaba entonces el tema de fotosíntesis(...) Cuando, por las mañanas, iba andando al cole, repasaba mentalmente la lección para no equivocarme. Casi siempre me agredía la mente la visión de un ciruelo chino, con sus bellas hojas rojas, que no correspondían en absoluto con la pureza verde de la clorofila de la que todos los textos hablaban. Temía entonces que alguna alumna (eran todo chicas) me preguntara el porqué del color de las hojas, distinto al verde habitual, de algunos árboles, como la de aquel ciruelo chino tan cerca del cole. Pero felizmente, no pasó nada. Yo me limitaba a soltar el rollo y a escribir un resumen de la lección en la pizarra. Si alguien levantaba la mano, preguntaba tembloroso. "¿Sí? ¿Alguna duda?. Pero siempre era si podía repetir lo último o si aquello que acababa de escribir entraba o no para el examen. Así de mal profesor era. Sólo capaz de provocar en mis alumnas dudas insípidas.
Dentro de tres semanas será la Semana Matemática en el instituto. Ya está preparada la ruta matemática que transcurrirá por la parte vieja del pueblo. Espero que alguien me pregunte por qué son rojas las hojas del ciruelo chino.
O algo parecido.» (p 189-190)


Es curiosa la coincidencia vital con el autor. Ambos estudiamos Matemáticas en Zaragoza, estuvimos próximos a hacer allí el doctorado, nos iniciamos en la docencia en centros privados dando muchas horas y ciencias naturales. Éramos profesores malos, de tiza y silencio, lección y memoria. Y ahora queremos que nuestros alumnos nos pregunten lo que no sabemos para tener una oportunidad de aprender.

Nuestros caminos convergieron en Valladolid en septiembre de 2008. Allí hablamos de algunas cosas, incluido un conocido común maestro en Valderrobres. Cuando tuve en mis manos su libro, lo devoré.

7 de febrero de 2010

Desobediencia civil y otros escritos

Hacía tiempo que no escribía en este Blog. Un tiempo en el que sí he leído, pero menos. Ahora ya somos cuatro en la familia y nunca faltan cosas por hacer, para las cuestiones familiares y para los "otros líos" en los que nos vamos metiendo.
Precisamente, creo que ya he comentado en otros post, que muchas veces ocurre que leas lo que leas, lo aplicas a aquello que estás viviendo en la vida no literaria. Me pasó con La elegancia del erizo, que leí este verano poco antes de la boda de mi hermano y libro al que debo un post. Ahora lo último que he tenido en mis manos es Desobediencia civil y otros escritos. Recopilación de 4 ensayos de H. Thoreau en los que se observa un ansia de libertad llevada a sus últimas consecuencias.
Pero bueno, vamos con las citas. La primera, en la página 15

«Un hombre eficiente y valioso hace lo que sabe hacer, tanto si la comunidad le paga por ello como si no le paga. Los ineficaces ofrecen su ineficacia al mejor postor y están siempre esperando que les den un puesto»


No diré en quienes estoy pensando...
Y la segunda en la página 55, ya dentro de Desobediencia Civil.

«Por ello me encarcelaron una vez, durante una noche, y mientras contemplaba los muros de piedar sólida (...) la puerta de hierro y madera (...) y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude por menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como su fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ése era el mejor uso que se podría hacer de mí, y no hubieran pensado en beneficiarse de mis servicios de algún otro modo. (...) Como no podían llegar a mi alma, habían decidido castigar a mi cuerpo...(p.56)»

La traducción/reflexión a mi estar en el mundo actual es: ¿Y no se puede hacer nada mejor con un alumno con mala conducta, que enviarlo a su casa? ¿Es esa la mejor manera de resolver la situación? ¿Resuelve algo una expulsión? ¿A quién se pretende castigar con la medida? ¿No podríamos obtener todos un beneficio asociado a una falta? En fin, las respuestas puede que las tenga, pero para eso tienen que pasar muchas cosas y algo de tiempo. Salud