27 de junio de 2010

Patas arriba

Una última entrada referida a este libro que, entre otras cosas nos advierte de los peligros de un aparato que rara vez falta: la televisión. Encadenaré citas de distintas partes del libro:

«Las horas de televisión superan ampliamente las horas del aula, cuando las horas del aula existen, en la vida cotidiana de los niños de nuestro tiempo. Es la unanimidad universal: con o sin escuela, los niños encuentran en los programas de la tele su fuente primordial de información, formación y deformación, y encuentran también sus temas principales de conversación.» (p. 375)

Leemos un poco más atrás

«Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad (...) Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. (...) Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.» (pp. 330-331)

Y un poco más adelante

«Allí (en los shopping centers) la gente se cruza con la gente, llamada por las voces del consumo, como antes la gente se encontraba con la gente, llamada por las ganas de verse, en los cafés o en los espacios abiertos de las plazas, los parques y los viejos mercados: en nuestros días, esas intemperies están demasiado expuestas a los riesgos de la violencia urbana.» (p. 340)

Yendo casi al principio encontramos esto

«La igualación, que nos uniformiza y nos emboba no se puede medir. No hay computadora capaz de registrar los crímenes cotidianos que la industria de la cultura de masas comete contra el arcoiris humano y el humano derecho a la identidad.» (p. 38)

Que guarda relación con esta última reflexión

«Ofrecemos a la gente lo que la gente quiere, dicen los medios, y así se absuelven; pero esa oferta, que responde a la demanda, genera cada vez más demanda de la misma oferta: se hace costumbre, crea su propia necesidad, se convierte en adicción.» (p. 376)

Termino con una última cita que no guarda mucha relación con todo lo anterior y que tiene más relación con los acontecimientos que nos toca vivir. El lector avisado supongo que encontrará la forma de poner las caras y los gestos en los que estoy pensando. El que no, seguro que tiene alguno a mano para ponerselos.

«No es mucha la gente que nace con esa incómoda glándula llamada conciencia, que impide dormir a pata suelta y sin otra molestia que los mosquitos del verano.» (p. 249)

15 de junio de 2010

Patas Arriba

Quizá (seguro) influido por las noticias que hablan de recortes (económicos, sociales, etc.) he comenzado una oleada de lecturas que reflexionan y tratan de explicar lo que está pasando (y ha pasado) alrededor de esto que hemos convenido en llama "crisis financiera".

El primero de los libros es Patas Arriba de Galeano. Pido perdón por adelantado porque la cita es muy larga, pero para el que tenga paciencia de leerlo todo le propongo una adivinanza: ¿en qué año está escrito el libro? Ánimo y adelante:







«Según el diccionario, secuestrar significa "retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate". El delito está duramente castigado por todos los códigos penales; pero a nadie se le ocurriría mandar preso al gran capital financiero, que tiene de rehenes a muchos países del mundo y, con alegre impunidad, les va cobrando, día tras día, fabulosos rescates.
En los viejos tiempos, los marines ocupaban las aduanas (...) En la actualidad, en tiempos de democracia, los tecnócratas internacionales resultan más eficaces que las expediciones militares. (...)

Los países (...) son países cautivos, y los acreedores les descuartizan la soberanía, como descuartizaban a sus deudores plebeyos, en la plaza pública, los patricios romanos de otros tiempos imperiales.(...)
Esos países tienen la libertad de hacer lo que les mandan hacer unos señores sin rostro, que viven muy lejos y que, a larga distancia, practican la extorsión financiera.(...) La verdad única se impone con un fanatismo digno de los monjes de la Inquisición (...): se dicta exactamente la misma política para países tan diversos como Bolivia y Rusia, Mongolia y Nigeria, Corea del Sur y México.

A fines del 97, el presidente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, declaró:
"El estado no debe dar órdenes a los bancos". Traducido, eso significa: "Son los bancos quienes deben dar órdenes al estado". Y, a principios del 96, el banquero alemán Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank, había comprobado: "Los mercados financieros desempeñarán, cada vez más, el papel de gendarmes. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están bajo el control de los mercados financieros" (...)

La razón del mercado impone sus dogmas totalitarios, que Ignacio Ramonet llama globalitarios,en escala universal. La razón se hace religión, y obliga a cumplir sus mandamientos: sentarse derechito en la silla, no alzar la voz y hacer los deberes sin preguntar por qué. ¿Qué hora es? La que usted mande, señor. (...)

A las órdenes del mercado, el estado se privatiza. ¿No habría que desprivatizarlo, más bien, estando como está el estado en manos de la banquería internacional y de los políticos nacionales que lo desprestigian para después venderlo, impunemente, a precio de ganga? (...)

Los presidentes viajan por el mundo, convertidos en vendedores ambulantes: venden lo que no es suyo, y esa actividad delictiva bien merecería una denuncia policial, si la policía fuera digna de confianza. (...)

Dicen que la astrología fue inventada para dar la impresión de que la economía es una ciencia exacta. Nunca los economistas sabrán mañana por qué sus previsiones de ayer no se han cumplido hoy. Ellos no tienen la culpa. Se han quedado sin asunto, la verdad sea dicha, desde que la economía real dejó de existir y dejó paso a la economía virtual. Ahora mandan las finanzas, y el frenesí de la especulación financiera es, más bien, tema de psiquiatras. (...)

Un anillo digno de Saturno gira, enloquecido, alrededor de la tierra: está formado por los 2.000.000.000.000 de dólares que cada día mueven los mercados de las finanzas mundiales. (...)

Wall Street es actualmente el centro de la gran timba electrónica universal, y la humanidad entera está prisionera de las decisiones que allí se toman. La economía virtual traslada capitales, derriba precios, despluma incautos, arruina países y, en un santiamén, fabrica millonarios y mendigos. En plena obsesión mundial de la inseguridad, la realidad enseña que los delitos del capital financiero son mucho más temibles que los delitos que aparecen en las páginas policiales de los diarios. (...)

George Soros, el especulador más exitoso del mundo, que amasó una fortuna derribando sucesivamente a la libra esterlina, la lira y el rublo, sabe de qué está hablando cuando comprueba:
"El principal enemigo de la sociedad abierta, creo, ya no es el comunismo, sino la amenaza capitalista".
El doctor Frankenstein del capitalismo ha generado un monstruo que camina por su cuenta, y no hay quien lo pare. Es una suerte de estado por encima de los estados, un poder invisible que a todos gobierna, aunque ha sido elegido por nadie.
En este mundo hay demasiada miseria, pero hay también demasiado dinero, y la riqueza no sabe qué hacer consigo misma. En otros tiempos, el capital financiero ampliaba, por la vía del crédito, los mercados de consumo. Estaba al servicio del sistema productivo, que para ser necesita crecer: actualmente, en plena desmesura, el capital financiero ha puesto al sistema productivo a su servicio, y con él juega como juega el gato con el ratón. (...)


Rara vez las crisis bursátiles hieren de muerte a los sacrificados millonarios que día tras día, curvada la espalda sobre la computadora, las manos callosas en el teclado, redistribuyen la riqueda del mundo decidiendo el destino del dinero, el nivel de las tasas de interés y el valor de los brazos, de las cosas y de las monedas.» (páginas 197 a 209 de la edición de bolsillo)








A mi, tras leer esto (escrito en 1998) y que se refiere principalmente a la crisis de finales de los años 90 en América Latina, sólo me queda decir, parafraseando a Brecht (aunque hay quien señala que la frase no es suya) que «ahora vienen a por nosotros, pero ya es tarde».

7 de junio de 2010

El blog del inquisidor

Otro libro de Lorenzo Silva. Aunque seguro que a alguno esto le parece literatura de consumo, a mi me siguen entreteniendo este tipo de lecturas, de donde siempre se sacan algunas reflexiones válidas, más en este autor, que suele filosofar bastante.
Este libro en concreto tiene un estilo más suave y menos ácido que otros, motivo por el que, lo pongo el último en la lista (provisional) de los libros leidos de este autor en orden de recomendación (si alguien me pregunta)
En definitiva y siguiendo con lo encontrado en el libro, os voy a poner una reflexión que también tiene que ver con este blog, que a punto estuve de dejar morir de inanición.

«...no te comprometas nunca a la ligera, pero una vez que lo hagas, revienta o rómpete antes de fallar. Porque lo peor de las deudas insatisfechas no es el menoscabo que uno pueda sufrir en la consideración del acreedor (...) La consecuencia más dañina de nuestros incumplimientos es que nos van empujando, de un modo tan imperceptible como inexorable, hacia el borde de nuestro propio abismo interior. No se trata de que los demás no se fíen de uno, sino de acabar no fiandose de uno mismo: llegados a este punto, no hay manera de impedir el desastre.» (p.157)


En este sentido, el compromiso de escribir este blog, como memoria de vida a través de los escritos estuvo cerca de perderse y, como consecuencia, contrajo algunas deudas de libros leídos y no reportados. Como dice Silva a través de su personaje el peligro estaba en haber comenzado algo que no iba a continuar; la ruptura de un compromiso con uno mismo y eso puede terminar en desastre. Bien está comenzar algo y decidir que se termina, pero lo que no es admisible es el abandono sin más, sin decisión asociada.

Así que, de momento, reitero el compromiso de continuar con el Blog, compromiso que adquiero conmigo mismo y con nadie más, pero basta con eso: esta es la historia de lo que voy leyendo y lo que me llama la atención de eso que leo.

Termino con otra cita, que me recuerda los tiempos en los que hacíamos un programa de radio en el que los temas de historia tenían más polémica asociada que los temas de ciencia o de literatura.


«No existe ni existirá nunca una Historia verdadera, porque a nadie le interesó jamás la verdad, sino que su versión prevaleciera sobre el resto.» (p.20)


Pues eso.