23 de febrero de 2010

¿Y los ciruelos chinos?

La entrada de hoy es algo distinta, se trata de un libro que ya leí el año pasado (y que se incluye dentro del parón de textos leídos pero no reflejados en este Blog), pero que viene a cuento porque siempre viene bien una reflexión acerca de la práctica docente. En esa reflexión viene a cuento este texto de ¿Y los ciruelos chinos? Retrospectiva ácrona del profesor de matemáticas Miguel Barreras Alconchel de Valderrobres (Teruel). No me resisto a introducir (casi) completo el último relato.

«Este año ha tardado en aparecer el otoño, pero, al fin, se le han caído las hojas del ciruelo chino de enfrente de mi casa.
Recuerdo mis dos meses primeros de docencia (...) Daba todas las horas del mundo. Matemáticas y ciencias naturales, asignatura que debía empollar previamente como un estudiante más. Tocaba entonces el tema de fotosíntesis(...) Cuando, por las mañanas, iba andando al cole, repasaba mentalmente la lección para no equivocarme. Casi siempre me agredía la mente la visión de un ciruelo chino, con sus bellas hojas rojas, que no correspondían en absoluto con la pureza verde de la clorofila de la que todos los textos hablaban. Temía entonces que alguna alumna (eran todo chicas) me preguntara el porqué del color de las hojas, distinto al verde habitual, de algunos árboles, como la de aquel ciruelo chino tan cerca del cole. Pero felizmente, no pasó nada. Yo me limitaba a soltar el rollo y a escribir un resumen de la lección en la pizarra. Si alguien levantaba la mano, preguntaba tembloroso. "¿Sí? ¿Alguna duda?. Pero siempre era si podía repetir lo último o si aquello que acababa de escribir entraba o no para el examen. Así de mal profesor era. Sólo capaz de provocar en mis alumnas dudas insípidas.
Dentro de tres semanas será la Semana Matemática en el instituto. Ya está preparada la ruta matemática que transcurrirá por la parte vieja del pueblo. Espero que alguien me pregunte por qué son rojas las hojas del ciruelo chino.
O algo parecido.» (p 189-190)


Es curiosa la coincidencia vital con el autor. Ambos estudiamos Matemáticas en Zaragoza, estuvimos próximos a hacer allí el doctorado, nos iniciamos en la docencia en centros privados dando muchas horas y ciencias naturales. Éramos profesores malos, de tiza y silencio, lección y memoria. Y ahora queremos que nuestros alumnos nos pregunten lo que no sabemos para tener una oportunidad de aprender.

Nuestros caminos convergieron en Valladolid en septiembre de 2008. Allí hablamos de algunas cosas, incluido un conocido común maestro en Valderrobres. Cuando tuve en mis manos su libro, lo devoré.

7 de febrero de 2010

Desobediencia civil y otros escritos

Hacía tiempo que no escribía en este Blog. Un tiempo en el que sí he leído, pero menos. Ahora ya somos cuatro en la familia y nunca faltan cosas por hacer, para las cuestiones familiares y para los "otros líos" en los que nos vamos metiendo.
Precisamente, creo que ya he comentado en otros post, que muchas veces ocurre que leas lo que leas, lo aplicas a aquello que estás viviendo en la vida no literaria. Me pasó con La elegancia del erizo, que leí este verano poco antes de la boda de mi hermano y libro al que debo un post. Ahora lo último que he tenido en mis manos es Desobediencia civil y otros escritos. Recopilación de 4 ensayos de H. Thoreau en los que se observa un ansia de libertad llevada a sus últimas consecuencias.
Pero bueno, vamos con las citas. La primera, en la página 15

«Un hombre eficiente y valioso hace lo que sabe hacer, tanto si la comunidad le paga por ello como si no le paga. Los ineficaces ofrecen su ineficacia al mejor postor y están siempre esperando que les den un puesto»


No diré en quienes estoy pensando...
Y la segunda en la página 55, ya dentro de Desobediencia Civil.

«Por ello me encarcelaron una vez, durante una noche, y mientras contemplaba los muros de piedar sólida (...) la puerta de hierro y madera (...) y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude por menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como su fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ése era el mejor uso que se podría hacer de mí, y no hubieran pensado en beneficiarse de mis servicios de algún otro modo. (...) Como no podían llegar a mi alma, habían decidido castigar a mi cuerpo...(p.56)»

La traducción/reflexión a mi estar en el mundo actual es: ¿Y no se puede hacer nada mejor con un alumno con mala conducta, que enviarlo a su casa? ¿Es esa la mejor manera de resolver la situación? ¿Resuelve algo una expulsión? ¿A quién se pretende castigar con la medida? ¿No podríamos obtener todos un beneficio asociado a una falta? En fin, las respuestas puede que las tenga, pero para eso tienen que pasar muchas cosas y algo de tiempo. Salud