11 de abril de 2011

Soldados de Salamina

Vamos con la tercera entrada en este blog de una espera que hace que la lectura sea más compulsiva que de constumbre y que ya va por el tercer bestseller. Por suerte, para mí y para Cercas, este es el tercer libro que leo de él (los anteriores fueron La velocidad de la Luz y Anatomía de un instante). Digo por suerte, porque de haber sido el primero, quizá hubiera sido el último. 
El libro está estructurado en tres capítulos, de los cuales el segundo se me ha hecho demasiado pesado. Sin embargo es un capítulo necesario, pues el libro habla de un autor que va a escribir un libro que resulta fallido y ese libro es, precisamente, el segundo capítulo. 
Precisamente es algo que me gusta mucho de Cercas, que a lo largo del libro no sabes qué es ficción y qué es el relato, más o menos real, de lo ocurrido mientras se documentaba para el libro. Esa mezcla en la que parece que estás metido dentro de la vida del autor, es precisamente lo que me engancha de estos libros y, precisamente, lo que a mi juicio le falta al segundo capítulo, que se titula Soldados de Salamina.
Así tenemos un libro que se titula Soldados de Salamina, que trata sobre un escritor en horas bajas que escribe un libro que se titula Soldados de Salamina. Este juego, y un recurso estilístico (que quizá tenga un nombre, y quizá no sea un recurso estilístico) y que consiste en repetir algunas frases a lo largo del relato en distintos contextos, es lo que, en mi opinión, caracteriza a Cercas. Este fragmento se repite dos veces, en las páginas 104 y 208 (supongo que esto de que el número de una página sea el doble del otro es una casualidad),

«...porque las palabras sólo están hechas para decirse a sí mismas, para decir lo decible, es decir todo excepto lo que nos gobierna o hace vivir o concierne o somos...» (pp. 104 y 208)
Entonces, ¿para qué sirven las palabras?

1 comentario:

Mario de la Cuadra Velasco dijo...

¡Qué cosas tiene la posmodernidad! ¡Y la metaficción! Pero, ¿qué decir en el siglo XXI, cuando ya está todo dicho? Pues, como decía aquel, podemos poner notas a pie de página a lo que ya ha dicho otro. O subirnos a lomos de un gigante y, con nuestra vista de poco alcance, mirar un poco más que allá de lo que ha mirado él. Al final los textos hablan de textos y no de las cosas. O no será así del todo. ¡Vaya lío esto de la posmodernidad! ¡Y lo de la metaficción!