15 de marzo de 2011

Los diez mandamientos en el siglo XXI

Forzado por la deuda que ya tengo contraída (ya tengo en la mesa el siguiente libro para comentar en este blog) voy a pasar a elaborar mi resumen particular de éste libro que, en mi opinión se le hizo largo al autor que dedica 90 páginas a los 5 primeros mandamientos y apenas 70 a los 5 últimos. A lo mejor es porque son menos importantes, pero también ocurre que las críticas más certeras las encuentro en los primeros. 
Los párrafos más jugosos se encuentran en el tercer y el cuarto mandamiento, que Savater relaciona con la educación. Para los que no recordéis cuales son (y para mi mismo) el tercer mandamiento es Santificarás el día del señor y el cuarto Honrarás a tu padre y a tu madre. Como no sigo muy de cerca los detalles de la doctrina católica, no sé si esta redacción es la oficial o es la que adapta el autor. En todo caso, un primer "corte" proveniente del cuarto mandamiento.

«La verdadera libertad es la que proporciona al hijo los elementos para alcanzarla.

La educación es básica en el desarrollo de la libertad. Pero éste es un tema que encierra un drama. Quien educa, padre o maestro, lo hace para que el educado se autonomice. (...) Por lo tanto, el éxito de educar bien significa quedarse sólo.» (p. 74)
Desde luego que puede haber quien piense que es mejor no educar en este sentido. Al fin y al cabo es más seguro mantener a tu lado y pendiente de tu criterio a las personas. Produce, por así decirlo, menos dolor. Pero también quiero decir que cualquier aumento en la autonomía de un niño es algo impagable, que, ciertamente produce más dificultades, pues comienzan a colisionar dos (o más) libertades, pero que quedan absolutamente compensadas.

La otra cita, más en la linea social o profesional, es del tercer mandamiento, concretamente de la página 62
«(...)se debe tener en cuenta que no solamente hay que educar para desarrollar un oficio o una profesión. También hay que educar para el ocio, y conseguir una capacidad creativa que nos evite vivir esos momentos sólo en el despilfarro y el consumo, como hacen los prisioneros de su propia incultura.»
Y es que, a veces, nos empeñamos en crear máquinas sumisas que encajen perfectamente en esta sociedad de trabajo orientada al consumo, cortando todo atisbo de rebelión creativa. Quizá estemos teniendo demasiado éxito. Volveremos sobre este tema en la próxima entrada. 

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